La semana pasada la Guardia Costera de Puerto Rico repatrió a ciento once dominicanos incluyendo a una menor. Se van en embarcaciones sobrecargadas y sin las mínimas condiciones para enfrentar los desafíos que se presentan durante  la travesía en el Mar Caribe.

Sólo la desesperación, y la venta de ilusiones que hacen los traficantes de migrantes puede explicar que cientos de ciudadanos decidan irse en yolas hacia la Isla del Encanto.

Parece que muchos hermanos nuestros ignoran las difíciles condiciones sociales y económicas que está viviendo el hermano pueblo puertorriqueño. Ellos están saliendo hacia Estados Unidos buscando un mejor destino  que ya no encuentran en su tierra natal. Por esta causa la disminución de su población cada día es  mayor.

Los viajes ilegales hacia Puerto Rico son un negocio criminal que se debe  frenar con valentía. Nos duele ver cómo personas de campos y barrios venden tierra, hipotecan sus casas  y hasta dejan un buen trabajo para reunir la suma de dinero que exigen los organizadores de estos viajes de muertes. Los que se marchan piensan que son reales los castillos en el aire que les pintan cuando pisen suelo borinqueño. 

Esta triste realidad, también nos lleva a sugerir a las autoridades trabajar más  para disminuir el desempleo y crear las condiciones necesarias que permitan a cada hijo de esta Patria amada vivir con dignidad. Esta es la única manera de frenar este éxodo tenebroso de aquellos que perdieron la esperanza de encontrar en nuestro país su realización integral. Es hora de que todos aportemos para tener un país mejor, en donde el pan y la alegría pertenezca a todos.