“¡SUBE CALVO; SUBE CALVO!“

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En un encuentro en Roma de la Federación Bíblica Católica, Nuria Calduch, gran biblista de fama internacional, profesora del Pontificio Ins­tituto Bíblico y de la Uni­versidad Gregoriana y Secretaria de la Pontificia  Comisión Bíblica, nos decía, que uno de los pro­blemas Bíblicos por re­solver son una serie de páginas obscuras o re­latos un tanto obscuros en su narración y significación que hay en la Bi­blia; uno de ellos es el de 2 Reyes 2, 23-25, donde se nos habla del profeta Eliseo, que es insultado por un grupo de niños, él los maldice y dos osos despedazan a cuarenta y dos de ellos. 

Ante la sensibilidad que tenemos hoy día por la infancia, este relato nos sobrecoge y también por la actuación de un personaje considerado profeta y hombre de Dios, y lo violento y trájico de la narración.

Primero debemos ver quién fue Eliseo. Este fue el sucesor del gran profeta Elías, con el cual comienza el siglo de oro de la profecía en Israel, Eliseo es invitado por Elías a seguirle (1 Re 19, 19-21), su accionar pro­fético se desarrolla hacia el 850-800 a. C. Realiza más milagros que Elías, pero no tuvo esa persona­lidad tan recia como éste, ni su influencia. Elías es mencionado como 30 ve­ces en el Nuevo Testa­mento y Eliseo solo una vez. Sus milagros son pa­recidos a los de Elías, como su historia legenda­ria, gozó de gran estima entre los reyes e incluso sus huesos obraban milagros después de muerto (2Re 13,20-21).

El relato de 2Reyes 2,23-25 se engloba dentro de los dos primeros milagros de Eliseo, el pri­mero que fue el sanea­miento de las aguas (2Re 2, 19-22) y luego el relato que nos ocupa. 

El ataque a los niños tiene que ver mucho con el insulto que le hacen al profeta, al hombre de Dios, es el castigo por su irreverencia ante él: “¡Sube calvo; sube cal­vo!”, no sabemos si la calva, objeto del insulto era natural o una especie de tonsura, que hablaba de lo que era Eliseo, que en este caso equivaldría a una blasfemia, o contra­ria a Elías que exhibía una gran cabellera. 

La crueldad de este episodio, a primera mano solo nos quiere decir, la enseñanza y el respeto que se le debe tener al profeta y el poder de su palabra para vida o para muerte.

Quiérase o no este re­lato hiere nuestra sensibi­lidad religiosa, al propo­ner este castigo tan cruel y sobre todo a niños, in­fantes un tanto burlones, pero en lenguaje nuestro sería: “Los muchachos son muchachos” y no hay que hacerle mucho caso. 

Es posible que este episodio no sea un hecho histórico como tantos que hay en la Biblia, sino una historia o narración ejemplar, situado dentro del tono polémico contra Be­tel, por el santuario que allí se encontraba (1Re 13; 2Re 23,15s). Pues la Biblia es literatura, con múltiples historias, las cuales muchas tienen trasfondo de verdad y otras simple y llanamente se adentran en algún tipo de género y como tal lo que buscan es enseñar una verdad de fe que ayu­de a entender la revela­ción de Dios en su mo­mento.

Pero aún así, el texto sigue siendo un tanto obscuro y problemático, como tantos otros, aun­que bien sabemos que debemos llegar a ese espíritu engendrador del relato, donde estaría la verdadera significación teológica que se quiere expresar, por eso no hay necesidad de inventar o de justificar, simplemen­te no nos la sabemos todas a nivel de la Pala­bra, siempre necesitaremos la anuencia pedagó­gica del Espíritu de Dios, el cual en su momento sabrá darnos las pistas hermenéuticas para el desglose total y la comprensión absoluta de cualquier texto bíblico en cuestión

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