Son exigentes, pacientes y felices al mismo tiempo

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MI-KA-EL, DEL HEBREO: ¿QUIÉN COMO DIOS?

P. Jimmy Jan Drabczak, CSMA

drabczak@yahoo.com

Nos gustaría volver por un momento al tema de la paciencia de los ángeles. ¿Por qué? Quizás por la sencilla razón de que el hombre contemporáneo su­fre de falta de paciencia, de que le falta, de que quiere tenerlo todo de inmediato, ahora, ya.

Mientras tanto, la paciencia de los ángeles hacia el hombre, in­cluida en particular la paciencia, que San Mi­guel tiene por noso­tros, es impresionante; ella sorprende incluso. No se puede comparar con ninguna otra pa­ciencia. Sólo la paciencia de Dios está más allá de ella, de la que los ángeles extraen, como de un pozo de tierra. Por eso quiero volver a la paciencia de los ángeles con la gente porque es preciosa, hermosa y muy instructiva.

Como menciona­mos, los tiempos mo­dernos se caracterizan por una paciencia morbosa. Es difícil para nosotros ser pacientes y esperar los frutos, los resultados de nuestros esfuerzos, los efectos de las acciones y el trabajo.

Muchos de nosotros queremos que los efectos de lo que se hace se manifiesten de inme­diato y que sean lo más abundantes posible, cuando fallan o llegan demasiado lentamente; nos desanimamos, nos retiramos de la vida y renunciamos a lo que íbamos a hacer.

Por otro lado, cuando miramos a un ángel, cuando aprendemos sobre su manera de tra­tar a las personas y de relacionarnos con ellas, debemos sorprendernos por su ex­traordinaria paciencia, incluso “angelical”, como se solía decir.

En muchos lugares, la Biblia muestra su verdadera paciencia “angelical” con el hombre al que están horneando. Le son fie­les y sus caídas no los desaniman fácilmente. No dejan de cuidarlos, incluso cuando una persona no escucha sus sugerencias, no acepta sus delicados consejos y rechaza sus inspiraciones.

La lectura de la Bi­blia ha proporcionado muchos ejemplos de este tipo de paciencia angelical. Vale la pena echarles un vistazo, porque puede levantar­nos el ánimo y alegría, como también hacernos volver a tener la esperanza de que se puede (nuevamente) ser mejor.

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