Para reflexionar

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El pasado fin de semana el país fue testigo de un acto horroroso cuando un oficial de la Policía Nacional, vestido de sacerdote, le disparó a una persona que se había atrinche­rado con dos personas como rehenes en una humilde vivienda en Cotuí. El suceso fue transmitido en vivo por una red social, ocasio­nando un barullo de reacciones a favor y en contra.

No queremos juzgar la acción en sí, eso co­rresponde a la justicia. Donde queremos apuntar es al hecho de que el oficial se sirvió de las vestimentas sagra­das sacerdotales para llevar a cabo su “hazaña”, como decía al­guien que le entrevistó.

Según lo que conocemos, el forajido ha­bía pedido la presencia de un sacerdote para entregarse a las autoridades. Es una práctica común en nuestro país, ya que la figura del sacerdote, sirviendo de mediador en casos como el referido, es garantía del respeto de la vida de la persona que desea entregarse.

Es en esas circuns­tancias, cuando al oficial policial se le ocu­rre la idea de solicitarle a un ingenuo sacerdote que le facilite las vestimentas para ir supuestamente a mediar, pero el resultado fue la muerte del proscrito.

Aquel sacerdote pecó de ingenuidad en su buena fe, pensando que haría un bien; sin embargo, no previó la posibilidad de un des­enlace fatal, tal como aconteció. Esto último era algo que estaba en el ambiente debido al clima de violencia en que se desarrollaban los acontecimientos. El uso de las vesti­duras sagradas sólo está permitido a los sacerdotes, y son destinada al culto y para la administración de los sacramentos.

Cualquier persona que haga uso de dichas vestiduras in­curre en usurpación de funciones. Pero más aún, cuando el uso que se le da no es para lo que están destinadas, en­tonces estamos ante su profanación, que es exactamente lo que ocurrió.

Según el dicciona­rio electrónico Defini­ción de, la profanación se define como “faltar el respeto a algo religioso o sagrado”. Y a seguida añade: “Al profanar, por lo tanto, se deshonra, ultraja o mancilla una cosa que, por sus características, merece respeto           ” (https://definicion.de/profanacion/). Eso fue lo que suce­dió, no se respetó la sa­cralidad de las vestimentas sacerdotales; por el contrario, una persona haciéndose pasar por sacerdote, mató a otra que preci­samente veía en la figura del sacerdote la garantía de su vida. Allí quedó gravemente herida la figura del sa­cerdote mediador.

¿A caso podrá confiar un perseguido en un sacerdote que no conozca para entregar­se a la justicia? Claro que no; yo tampoco lo haría. Las consecuencias de este hecho son impredecibles por aho­ra, pero de seguro que serán nefastas. Ningún militar prestaría su uniforme a un civil; en­tonces, ¿por qué hacerlo nosotros?

Todo esto debe ser­virnos de reflexión a los sacerdotes. En pri­mer lugar, no debemos pecar de ingenuos y de­jarnos embaucar en nuestra buena fe; se­gundo, nunca debemos caer en la trampa de ce­der nuestras vestiduras sacerdotales a ninguna persona de la cual no tengamos la seguridad de que es un sacerdote en el ejercicio de sus funciones; y tercero, no debemos delegar nuestras funciones a terceros.

Son muchos los casos que hemos tenido de usurpación de funciones, de individuos que haciéndose pasar por sacerdotes han cometido todo tipo de tropelías, desfalcado personas, parroquias y comunidades. Lamen­tablemente, estas cosas suceden por nuestra impericia e in­genuidad. Es hora de abrir los ojos, poner cada cosa en su lugar, de no dejarnos tomar de “tontos útiles”, pues esta­ríamos prestando un flaco servicio a la Iglesia y a la sociedad.

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El autor es Formador del Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino

Santo Domingo.

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