Por: José Jordi Veras Rodríguez

Hace poco conversaba con alguien sobre la base en que se está creando esta sociedad.  Sobre querer las cosas sin mucho esfuerzo.  O de tenerlas hoy, lo que a muchos les ha tomado tiempo crear las condiciones de excelencia.  No se puede tener algo duradero sino sobre la base de lo profesional, y no nos referimos al ámbito académico, sino, que aquello que entregues como resultado en todo aquello que hagas, sea de forma adecuada y alejado de lo mediocre y la falta de ética.

Se está perdiendo en recientes generaciones el don de la paciencia y de saber que todo tiene un tiempo de maduración y experiencia.  Que existen habilidades que se perfeccionan, no con el facilismo, sino con la practicidad y la preparación o especialización continua.

Es como si deseamos con la misma prisa que va todo cuanto vemos en redes sociales, que muchas veces lo exponen en algunos casos, de forma sencilla todo lo que se ha alcanzado. Solamente estamos viendo el resultado, no el proceso.  No se asimilan los sacrificios.  Ni tampoco que todo exige una entrega e identificación. Lamentablemente, los ejemplos bajo los cuales están creciendo, no resulta el mejor.

Hace poco leíamos un artículo del Padre Maza, a quien respetamos y admiramos, y titulaba su artículo de la forma siguiente: “Una tumba dominicana: la cultura del más vivo”. Entre otras cosas, expresaba, lo siguiente: Usted está haciendo su fila pacientemente para doblar a la izquierda. Ya lleva esperando tres cambios de luces. Usted se cree que se va en la próxima, pero se acaba de detener a su derecha un camión que pretende doblar a la izquierda. Y a usted le va a tocar seguir esperando pacientemente”.

Entre nosotros, impera la cultura del más vivo. Repetidamente en sus mensajes, nuestros obispos nos ponen a reflexionar al señalar los malos ejemplos que están viendo nuestros adolescentes. Ellos padecen”:

“La carencia de líderes sociales y políticos que sirvan al pueblo en vez de lucrarse de los bienes comunes de la nación y que hacen de la corrupción un modo de vivir y de escalar una posición en la vida, sin ninguna condena judicial, creando una cultura del más vivo y del sálvese quien y como pueda”. “(Mensaje 2017, No. 3)”.

“Muchos ciudadanos se han acomodado en la tumba de la cultura del más vivo. ¿Qué proponían entonces nuestros obispos? “Hace falta un proyecto de nación consensuado por todos los partidos políticos y las fuerzas vivas de la Nación…”. “También insistían que cada partido, “deje de lado el aspecto clientelar y tenga como orientación fundamental del bien común” … (No. 55)”. “Nos falta honestidad (Mensaje, 2023)”.

Hoy seguimos viendo, como se acorrala a quien intenta adecentar la sociedad de hoy, combatiendo la impunidad y la corrupción. Es más fácil, proteger o defender, a quienes se hicieron históricamente, bajo estos fenómenos sociales. El hombre serio, honesto, responsable, es más bien visto como un extra terrestre o desadaptado social. No es visto como inteligente, sino como alguien que ha perdido su tiempo, porque no se ha dedicado a la vida fácil, que trae respuesta material ahora y sin importar los medios.  Es mejor hacerlo, sin que nadie se de cuentas, de la manera en qué obtenemos el objetivo.  Es la sociedad de lo fácil, lo que importa.

Alejarnos de esa manera de pensar y actuar, como la descrita, es el reto de la generación de padres de hoy:  ¿Cómo transmitir buenos valores en el seno del hogar y en su entorno? Claro que se puede, pero no será fácil.

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