Parte del diario vivir
 es disponer de alimentos
 y de otros elementos
que debemos consumir,
por consiguiente asumir 
como tarea habitual
del doméstico ritual 
en el que estoy enmarcado 
comprarlas en el mercado 
de producción nacional.

Y me llama la atención,
de forma particular,
el giro espectacular 
(la evidente redención)
en la industriosa intención 
seria y profesional 
de hacer internacional
lo “Hecho en Dominicana”
y grabar en filigrana
nuestro sello nacional.

Compiten nuestros productos 
con gallarda calidad 
en la universalidad
y no en un solo reducto,
permitiendo el usufructo,
a precio muy racional,
de una gama excepcional 
con marcas muy renombradas 
y con orgullo timbradas 
de factura nacional.

No es premio a la adivinanza
este repunte logrado:
es trabajo consagrado 
lo que impulsa esta bonanza,
equilibrada balanza
donde aportan por igual,
como perfecta mutual,
patrón y trabajador 
epítome forjador
del orgullo nacional.-

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