Monseñor Freddy Bretón Martínez

Mencioné más arriba que, en plena pandemia, me llegó el Premio Feria del Libro E. León Jimenes 2020, por mi libro Los entresijos del viento. Todo el mundo ha celebrado las elogiosas palabras del laudo del Jurado que seleccionó mi obra entre las 55 participantes. Por supuesto, conservo placas y recuerdos entregados en mi visita a parroquias e instituciones de la Arquidiócesis de Santiago. Recién llegado,  fui invitado a las patronales de Altamira, Puerto Plata. Fui y me encontré con muchos amigos y amigas de cuando yo laboraba pastoralmente por esos lares, como Víctor Frías, Gregoria Rivera (Goya), y algunos de los integrantes del antiguo grupo juvenil, como la profesora Nélsida Reyes Rodríguez. Pregunté por otras personas y habían fallecido o habían emigrado. Ya en la procesión de entrada para la misa vi entre los fieles al profesor Carlos Bonilla y me detuve a saludarlo. Se puso muy contento. Al poco tiempo supe que había fallecido. Una hija suya oyó el comentario que hice sobre él en televisión y me dijo: “Usted no sabe lo que significó para él ese saludo”. Se refería a mi saludo en la procesión, que fue el último. Al final de esa misa me entregaron un hermoso rosario artesanal enmarcado, tejido por un grupo de damas, que yo conservo con mucho cariño. De las placas y recuerdos de Baní mejor no hablo porque son muchos, especialmente con ocasión de mi traslado a Santiago. ¡Cuánto cariño expresa nuestra gente con esos detalles!

Como ya dije, en mayo del 2015 fuimos invitados los obispos dominicanos a realizar la llamada visita ad límina, que debemos hacer los obispos a la Santa Sede —aproximadamente cada cinco años— para el encuentro con el Papa y para visitar los distintos departamentos y dicasterios de la Curia Romana.

Después de regresar de Roma, en julio enfilé hacia la parroquia San Isidro Labrador, de El Rubio (San José de las matas), en donde hice una extensa visita pastoral durante casi todo el mes de julio. Visité muchos lugares, incluyendo Diferencia, que es propiamente el nombre del sitio en donde murió Manolo Tavárez Justo. Magnífica experiencia, acompañado del padre Quirino Collado. Pasamos por algunas comunidades en donde quedan solo una, dos o tres familias, a causa de la notable emigración. A partir de ahí he ido constantemente por todos los rincones de la Arquidiócesis, encontrando personas, conociendo o reconociendo  lugares. Es parte de nuestra hermosa misión: encontrar personas que, en poco tiempo, nos parece haber conocido de toda la vida. El lo que me sucedió con la señora Francisca Checo (Fica), de El Rubio, fiel servidora de la Iglesia. Volví a entontrarla varias veces y siempre con el mismo afecto, como de la familia. En la misa multitudinaria del Paso por la familia me sorprendió con una ocurrencia. Estaba yo entre la multitud, terminando de distribuir la sagrada comunión y ella se acercó para comulgar. Le di la comunión, y ahí mismo me dio en silencio un gran abrazo. Por ahí andaba el fotógrafo Juan Guzmán y, clic. Quedé con el copón en la mano izquierda, y la derecha respondiendo al abrazo de Fica. Fue la última vez que la vi. Al poco tiempo subí a El Rubio a celebrar la misa del noveno día, pues falleció en un accidente de automóvil al salir de la iglesia, después de estar en la adoración del Santísimo Sacramento.

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