Por: José Jordi Veras Rodríguez.

Hace poco, mientras nos encontrábamos celebrando el décimo aniversario de nuestro espacio radial, “Al final de la tarde con Jordi”, pudimos hacer un recuento de todo aquello que hemos experimentado a través de nuestras vidas y de cómo papá Dios ha estado presente desde siempre.

Cuando nuestra madre fue diagnosticada de cáncer de mamas, le pedimos a Dios que nos diera más tiempo para vivir junto a ella y poder disfrutarla mucho más que un solo mes, que era lo que le habían dado los médicos. Nuestra madre vivió por cinco años.

Luego, nosotros habíamos sido declarado prácticamente estéril, no hábil para  tener hijos. Fue todo tipo de procesos a los que nos vimos sometidos para buscar la manera de cambiar el diagnóstico. Cuando dejamos todo en manos del Todopoderoso, nos regaló dos bellos hijos, que hoy son nuestra gran motivación y orgullo.

Cuando fuimos objeto del atentado hace catorce años, fuimos sacados del valle de la muerte, porque pudimos sobrevivir a dos disparos en la cabeza, algo desde el punto de vista de la ciencia muy difícil que fuera posible.

Cuando vemos todo esto, lo que nos resta cada día es levantarnos dando gracias por estar con vida y a sabiendas que no hemos ni estamos caminando a solas.  Que de alguna manera debemos aprender a mirar esas experiencias como semillas que han sido plantadas frente a nuestros ojos, para que seamos capaces de responder llenos de gratitud y hacer ver a otros que fuera de los lineamientos humanos, existe Alguien que siempre busca mostrarnos de qué manera seguir sembrando eso que recibes, en los corazones de los demás, sin imponer, solamente con lo que es parte de tu testimonio de vida.

Esto indicado más arriba, nos recordó una frase del novelista escocés, Robert Louis Stevenson: “No juzgues cada día por la cosecha que recoges, sino por las semillas que plantas”.  Cuando leímos esto, nos puso a reflexionar hasta qué punto nos hacemos conscientes de que esta vida es muy frágil, y que se nos va en un segundo, y que lo importante en esta existencia, es qué huellas dejamos antes de irnos.  Porque al fin y al cabo, estamos en este mundo para transformarnos, para mejorar, no para irnos igual o peor de como hemos llegado.

Bien decía una lectura que leímos hace poco, que expresaba lo siguiente: “Y todos los árboles silvestres sabrán que yo soy el Señor, que humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes, que seca los árboles lozanos y hace florecer los árboles secos. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré”.

Estamos claros, quién es capaz de quitar o de poner. Porque muchos seres humanos, solo se aferran a su propia existencia para justificar que nada tienen que reflexionar o cambiar o mejorar.  Y olvidan quién tiene el poder de que cada semilla plantada pueda dar buenos frutos.  Y para ello nos planta con grandes talentos. Depende de nosotros cómo lo utilizamos de la mejor manera en otros y para mejorarnos.