El Señor resucitó, aleluya, y vive entre nosotros. La alegría es inmensa porque sabemos que la muerte ha sido vencida.Tenemos la certeza de que todo no termina en la tumba fría.

Hay una esperanza firme de que resucitaremos también. Así nos prometió el Redentor de la humanidad, y confiamos en Él porque es nuestro amigo que nunca falla.

Ahora nos toca hacerlo presente en todos los ambientes, venciendo el miedo y las dificultades que se presentan en el camino. 

Tenemos testimonios hermosos de personas que van entregando sus vidas por amor a los demás. Son fieles al Resucitado. Las vemos defendiendo la justicia, acompañando a los que sufren, cuidando a los enfermos, y promoviendo la paz aunque terminen en las cárceles. Son verdaderos testigos del Resucitado.

De ahora en adelante asumamos el reto de ser luz en esta sociedad dominicana, que necesita resucitar a la vida.