Con familias bien constituídas, el presente y futuro de la humanidad será una primavera. Una familia sana y cimentada en valores asegura una convivencia armoniosa para la sociedad, porque en ella bebemos de la fuente cristalina que saciará nuestra sed de honestidad, respeto, solidaridad y paz.

La familia es una escuela de valores, y para los que creemos en el Dios de la vida, ésta se transforma en una iglesia doméstica.

Necesitamos fortalecer esta institución, que es la esencia de un mundo mejor. No permitamos que la debiliten con teorías y prácticas que nos están llevando al abismo social.

No permitamos que la transculturación y copia de estilos de vida de las llamadas naciones desarrolladas, que están llegando a nuestro país, encuentren eco en estas tierras.

Observemos cómo en esas sociedades el caos y el desenfreno están llevando a esos pueblos hacia el precipicio moral, y han perdido ya el sentido de su existencia.

Que en este mes de noviembre, dedicado a la familia, hagamos una parada en el camino para revisar por dónde van las nuestras.

Todavía estamos a tiempo de preservarlas, sabiendo que es la única garantía de darles a nuestros hijos motivos para vivir, asegurándoles su verdadera felicidad.

“Hoy, la familia es despreciada, es maltratada, y lo que se nos pide es reconocer lo bello, auténtico y bueno que es formar una familia, ser familia hoy; lo indispensable que es esto para la vida del mundo, para el futuro de la humanidad”.  -Papa Francisco

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