Trascendemos cuando somos caminantes en línea recta, no en círculos. Vivir es decidir, equivocarse, arriesgarse, intentar, soñar, construir… todo enmarcado en la buena fe, los principios morales y la razonabilidad.

Eso sí, habrá momentos donde tendremos que hacer un “borrón y cuenta nueva”, olvidando los pasos dados, sacrificando todo e iniciar la carrera en búsqueda de nuevos horizontes. Y, con la frente en alto, solo recordar los senderos recorridos para evitar cometer los errores que obstaculizan nuestra ruta hacia el porvenir deseado.

Podemos estar cómodos, tranquilos en nuestra zona de confort, pero desanimados, nadando en aguas estancadas en vez de hacerlo en un río fluido que llegue al inmenso mar.

Lamentable es no poder cumplir nuestras metas, porque la monotonía nos lo impide. Lamentable es andar con las ganas de ser más útiles sin poder conseguirlo, porque estamos rodeados de murallas, siendo las más altas las invisibles. Lamentable es sentir en el alma el deseo de desarrollar potencialidades dormidas y que anhelan despertar.

Previo a tu liberación, dices: “¡Basta ya! Desde ahora empiezo a luchar por conquistar lo que me hace feliz y contribuye a hacer una sociedad más justa, aunque para lograrlo deba partir de cero; desde ahora dejo atrás los esquemas que me tienen encadenado a lo cotidiano, a lo de siempre, a los principios agonizantes, sin poder mover mis ideas”. A todo eso se llama “quemar las naves”, tres palabras que pueden marcar nuestra existencia.

Me encanta la versión más creíble sobre del origen de la expresión “quemar las naves”. Cuentan que en el siglo III antes de Cristo, Alejandro Magno, rey de Macedonia, al llegar con su ejército a la costa Fenicia notó que las tropas enemigas triplicaban las suyas. Su gente estaba asustada.

Entonces, cuando el líder militar desembarcó, mandó a quemar todas las naves y dijo: “Observad cómo se queman los barcos, esa es la única razón por la que debemos vencer, ya que si no ganamos, no podremos volver a nuestros hogares y ninguno de nosotros podrá reunirse con su familia nuevamente, ni podrá abandonar esta tierra que hoy despreciamos. Debemos salir victoriosos en esta batalla, ya que solo hay un camino de vuelta y es por el mar”.

Y al final, para culminar en su máximo esplendor la arenga, motivó: “Caballeros, cuando regresemos a casa lo haremos de la única forma posible, en los barcos de nuestros enemigos”. La historia nos enseña que Alejandro Magno salió victorioso.

Amigos, aunque suele ser una decisión radical y en ocasiones dolorosa, no descartemos quemar nuestras naves si ellas estorban o dificultan que nos superemos y seamos actores activos en la construcción de una patria mejor.

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