Por: José Jordi Veras Rodriguez. 

Cada año, en este país,  mueren más de 100 mujeres víctimas de feminicidio, sin importar si es por sus parejas o ex parejas o por el hecho de su condición de mujer. Y eso en cualquier sociedad que se precie de ser civilizada, es más que un escándalo.  Esto indicado más arriba se ha convertido en una epidemia.

Lo que todo el mundo pudo ver por las

redes sociales de cómo Carlos Julio Campuzano, se convertía en otro hombre que entendía que la mujer está para la disposición de los requerimientos de lo que indique o piense su compañero. El no soportaría que esa “felicidad” que en su mente y su concepción había creado, de que podía mantener a su esposa y a la vez otra relación. Cuando vio todo eso amenazado, se decidió actuar, incluso contra su propio hijo. 

No bien se había repuesto el país de toda esa masacre, cuando otro hombre en Santo Domingo, acabada con su vida y la de su pareja. Es sentir cuando se está perdiendo el control y el dominio. 

Y a todo esto. Sin poder olvidar aún, aquella muerte de la joven comunicadora, Chantal Jiménez, que a todas leguas pudo haberse evitado, de haberse seguido los protocolos mínimos, no tan sólo los legales, sino con utilizar la prudencia era suficiente. 

Todo esto, sin dejar de mencionar el gran número de mujeres que han caído en lo que va de año.

Cada vez que sucede un hecho de tal naturaleza, queda la duda y la pregunta. ¿Cuál será la próxima? Y ¿Cómo evitar que esto siga con el mismo rumbo?  Hasta que cada persona no asuma su rol de educar, para avanzar hacia una sociedad menos violenta.  Y hasta que cada familia no comience a brindar orientación y romper los paradigmas que no han resultado y tomar desde la lectura del amor y el respeto un cambio,  no tendremos mejor resultado.  Reconociendo el valor de cada ser humano y que no tenemos potestad sobre los demás. 

Que comencemos a borrar del pensamiento a los hombres de que todo ha cambiado y que las mujeres han asumido mayor empoderamiento, es decir mayor conciencia.  Aunque a pesar de esto último, las féminas deben aprender a reconocer cuando se encuentra dentro del círculo de la violencia. 

El hombre violento, no comienza de la nada, se visualiza desde la relación y eso va empeorando con el tiempo aunque de forma sutil.  La influencia para llegar al control son los primeros pasos y luego viene en hacerle creer a la pareja que es menos y desvalorizarla, para con ello, quitarle todo poder posible.  Cuando esto se sale de su cauce, es lo que trae muchas veces, la respuesta desenfrenada de evitar perder lo que se entendía era suyo.  Y es una de las causas por la que se asesina. 

Esto indicado más arriba y reunido en palabras, puede ser cuestión de meses o años, sin que sea enfrentado o terminado. Lo importante es que se busque cerrar ese círculo alrededor del cual, solo hay violencia. Y dar el paso, en este caso para la mujer, no resultará fácil y en vez de juzgarla, debemos buscar la manera de ayudarla y no voltear la cara ignorando lo que podemos evitar.