Mons. Freddy Bretón 

Existen cuatro iconos altagracianos expuestos para ser venerados públicamente y reconocidos por la Iglesia: uno, en la  Basílica de Higüey; otro, en el Santuario de Santo Domingo; y dos en la Catedral capitalina. Para interpretar su espiritualidad y su teología, nos fijamos en los ojos y en las manos de la Virgen; sin olvidar los del Niño.

En el icono de Higüey, del siglo XVI, los ojos de la Virgen están bien abiertos, mirando en dos direcciones: hacia su Hijo y hacia el penitente que le reza. Las manos de la Madre ofrecen cuatro dedos juntos y el pulgar, símbolo oriental de la divinidad, apuntando al triángulo trinitario que cubre sus pechos y se alarga hasta su vientre maternal. El Niño duerme plácidamente. Un Niño que, a su vez, es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y que está “como muerto”. Volviendo a las manos de la Virgen, en una estaríamos representados la Iglesia militante; en la otra, los que forman la iglesia purgante y triunfante. ¿Cómo podemos calificar este icono?… – Virgen Mediadora. Ella es partícipe de la más Altagracia, el ser Madre de Dios, y puede “mediar” como nadie, en Jesucristo único Mediador, entre Dios y los hombres. El Niño duerme plácidamente, sabedor de que su Madre atiende a sus hijos como le atendió a Él.

En la imagen del Santuario de Santo Domingo, restaurado en el año 1953, la Madre, con cara angustiada, apenas abre los ojos. El Niño tiene los ojitos medio abiertos mirándola a ella. Los dedos de las manos de la madre están juntos, y no se aprecia el dedo pulgar. Este icono se procesionaba en tiempos de catástrofes, de tsunamis y terremotos, de guerras y pandemias… La Virgen está diciendo a su Hijo: “Mira a tu pueblo y escucha sus necesidades. Tú lo puedes todo”. A la vez, nos dice a sus devotos: “Hagan lo que Él les diga”, como en las Bodas de Caná. Es Intercesora, como lo son todos los santos. Ella, la Madre, y su esposo san José, en el más alto grado.

En un icono de la Catedral, que dataría de la mitad del siglo XX, la Virgen abre los ojos; también el Niño. Oculto el dedo pulgar, tres de sus dedos (índice, medio, anular) están unidos. Y, separados del resto, aunque unidos, los dedos meñiques. Entre todos forman como un dibujo: un corazón o un útero materno. Nos habla de la Virgen como Protectora, custodia de la Vida y guardiana contra todo mal. Los tres dedos, simbolizarían la Trinidad; y, los meñiques, el misterio cristológico: unidad de naturaleza humana y divina en Jesucristo, y unidad de maternidad humana y divina en María.

Un segundo icono, en la capilla de la Altagracia, representa a la Virgen con cabeza descubierta y con ojos entreabiertos, mirando al Niño y, de reojo, al penitente. Sus manos simbolizan oración y recogimiento, contemplación y de adoración. Es como si fuera una sencilla mujer “del pueblo”, peregrina de la fe, mujer-sierva que, además de ser Madre de Dios, simbolizado en sus ricos vestidos, camina como hija y hermana del Pueblo. Es Peregrina de la fe e itinerante, Madre de los dominicanos a quienes acompaña en su caminar histórico.

Los cuatro iconos se complementan; procederían de dos grandes ramas históricas: los tres de Santo Domingo, es decir, el del Santuario y los dos de la Catedral, remitirían al gobernador Nicolás de Ovando; quien, como miembro de la Orden Militar de Calatrava, nos traería tal devoción mariana. El de Higüey, se relacionaría con las familias Trejo, devotas tambiñen, en España, de tal advocación altagraciana.

La Providencia nos ha regalado tan amorosos y milagrosos iconos. Con ellos, la mediación, la intercesión, la protección, y el acompañamiento de nuestra Madre están asegurados en este bendecido pueblo dominicano.

+ Raúl Berzosa Martínez, Obispo misionero en Santo Domingo

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